Las personas que practican ejercicio físico con regularidad están
expuestas a lesiones de diferente índole. El daño cursa siempre con una
inflamación aguda, cuya función ha sido estudiada desde hace muchos años
por numerosos investigadores. A pesar de que la inflamación es un
proceso doloroso, gracias a las investigaciones recientes de Serhan y
sus colaboradores sabemos que no es un estímulo inútil (Serhan, 2004).
La inflamación es un proceso organizado en el que intervienen
numerosos mecanismos inmunológicos y endocrinos, con dos grandes
funciones: primero proteger el tejido lesionado, y en segundo lugar
sirve como señal para inducir el proceso regenerativo posterior (Serhan,
2004). Éste hallazgo es muy importante porque significa que la óptima curación de la lesión dependerá en parte del éxito del proceso inflamatorio.
Si existen errores o problemas en los diferentes procesos de nuestra
fisiología, una lesión aguda puede terminar en un proceso crónico
(Serhan CN, Petasis NA, 2011). Un ejemplo sencillo: todos conocemos a
alguien que ha sufrido el típico esguince de tobillo, que queda “mal
curado” y deja una pequeña inflamación residual en la parte lateral del
tobillo durante meses. Incluso en algunos casos puede ser incapacitante,
evitando que pueda practicar deporte con regularidad. Cuando un tejido
se lesiona, la membrana de las células, dónde residen los famosos ácidos
grasos (omega-3, omega-6, etc.), se “descompone”.
Los ácidos grasos interaccionan con enzimas y éstos liberan
sustancias que son claves en el proceso inflamatorio y resolutorio. Un
ejemplo sencillo es el caso del ácido araquidónico. Es
un ácido graso omega-6, que incorporamos a la membrana de nuestras
células por la ingesta de productos de origen animal. Cuando se produce
la lesión, la membrana de descompone y el ácido araquidónico entre en
contacto con enzimas, éste produce las famosas prostaglandinas.
Estas sustancias son responsables del dolor y de la inflamación (entre
otras). Tanto es así, que los medicamentos conocidos como anti-inflamatorios no esteroideos (AINES),
como el ibuprofeno, son inhibidores de la producción de
prostaglandinas. En otras palabras, los AINES inhiben la producción de
prostaglandinas, y gracias a ello actúan con analgésicos y ayudan a reducir el dolor. Pero como en muchos otros aspectos de la fisiología humana, hoy en día sabemos que el aumento de las prostaglandinas es una de las señales que induce la señal de resolución de la inflamación
(Serhan CN, Petasis NA, 2011). El mismo aumento de las prostaglandinas,
que provocan dolor e inflamación, induce una serie de reacciones
enzimáticas, que provocan que del ácido araquidónico se dejen de
producir prostaglandinas y se sinteticen sustancias anti-inflamatorias y resolutorias de la inflamación: son las Lipoxinas.
Estas son unas de las sustancias responsables de resolver el proceso
inflamatorio e inducir la curación de la herida provocada por la lesión.
Por lo tanto, hoy comprendemos como nos hemos recuperado de lesiones
durante millones de años, con ausencia de medicamentos. Evidentemente,
cuando la lesión era muy grave el organismo podía no tener suficientes
recursos para recuperar la lesión/herida y se podían provocar
infecciones que podían provocar la muerte, o inflamaciones que no
conseguían recuperar la lesión y podían quedar secuelas.
Actualmente, gracias a la cirugía y los medicamentos antibióticos e
anti-inflamatorios podemos controlar estos procesos y nuestra esperanza y
calidad de vida ha mejorado. De todas formas, gracias al
conocimiento que tenemos sobre el proceso de resolución de la
inflamación y regeneración de los tejidos, hoy podemos afirmar que la
utilización de AINES en las fases agudas de lesiones como un esguince de
tobillo o una rotura muscular, puede no ser una buena idea. Cuando frenamos el proceso inflamatorio estamos frenando, literalmente, el proceso regenerativo
posterior, y esto puede provocar que la lesión no cure bien y aparezcan
procesos crónicos (Serhan CN, Petasis NA, 2011). En otro post, podemos
analizar como actuar para acompañar el proceso y ayudar a que la
fisiología haga su función y se resuelva la lesión en tiempo record y
calidad máxima. Pero no podemos olvidar que en la membrana de las
células, que se daña cuando nos lesionamos, también contiene otros
ácidos grasos, como los ácidos grasos omega-3. Los omega-3 (DHA y EPA),
como ocurre con el ácido araquidónico, también interaccionan con
enzimas y se liberan sustancias, en este caso directamente con función
resolutorias de la inflamación: las Resolvinas y las Protectinas. Estas dos, conjuntamente con las Lipoxinas, forman la “familia de sustancias resolutorias de la inflamación”, y por lo tanto, son consideradas como “anti-inflamatorias”. A diferencia de los medicamentos AINES, las
Lipoxinas, Resolvinas y Protectinas no frenen el proceso regenerativo,
sino todo lo contrario, participan de la organización de la regeneración
del tejido.

Un sencillo ejemplo: cuando un atleta corriendo, haciendo unas series
fuertes, se rompe un músculo isquiotibial, las fibras musculares se
rompen, las membranas de las células musculares se degradan y se liberan
ácido araquidónico, DHA y EPA (omega-3), etc. Los primeros liberan
prostaglandinas que provocan que suba la inflamación, aparece dolor,
etc. Esta fase aguda del proceso puede durar hasta 72 horas, y mediante
el aumento de prostaglandinas (inflamación) se llega a un punto máximo,
a partir del cual se empiezan a producir Lipoxinas. Paralelamente, los
omega-3 empiezan a producir Resolvinas y Protectinas, y si todo funciona
correctamente el dolor empieza a bajar, y se empieza a organizar todo
el proceso regenerativo. Si durante el proceso agudo de una lesión
sencilla como la descrita, es intervenido con un AINES, el dolor cesa
casi de inmediato, la inflamación se reduce rápidamente, pero ocurre
algo no deseado: el proceso regenerativo se estropea.
En el lugar de la lesión muscular aparecen células no musculares que
conforman una cicatriz de tejido fibrótico. Esta cicatriz es mucho menos
flexible y elástica, y por lo tanto tiene mucho más riesgo de volverse a
lesionar. Si todo hubiera funcionado bien, y la persona estuviera sana y
no tuviera déficits de ningún nutriente de los que participan en la
regeneración, la lesión se hubiera tenido que terminar regenerando
mayoritariamente con células musculares y por lo tanto, se hubiera conseguido un tejido muscular renovado, difícil de volver a romperse.
Quizás ahora comprendas por qué nunca han desaparecido las molestias de
tu tobillo después de la primera lesión, o incluso el número elevado de
recaídas, y es que tu proceso inflamatorio seguramente se vio frenado
por algún mecanismo (medicamento, vendaje excesivamente compresivo,
hielo…) o es que simplemente tu proceso resolutorio falló, por ejemplo,
por no tener una alimentación correcta.
Ahora que comprendemos lo que ocurre durante un proceso lesional,
únicamente nos queda explicar cómo deberíamos afrontarla para que éste
mejore para siempre. Ya adelanto que el sentido común, el paso a paso, y
el mover dentro de los límites del dolor va a ser fundamental.
FUENTE DE INFORMACIÓN:
Redactado por PAU OLlER (Fisioterapeuta. Especialista en Terapia Regenerativa
(Psico-Neuro-Inmunología) por la UdG. Trabaja activamente en la
preparación nutricional de deportistas de resistencia.
Sería
interesante colocarlo en el blog de diocesanas, y que tanto nuestros
deportistas como sus familias empiecen a actuar con un poco de
conocimiento propio y no solo con la palabra de los médicos, que en
muchos casos, estos temas se escapan de sus competencias y poponen
tratamientos erróneos, que además de ralentizar la recuperación, evitan
que se haga de forma adecuada.
Hay muchos mitos que debemos eliminar y la mejor forma es
irse actualizando con articulos cada vez más recientes basados en
evidencia cientifica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario